sábado, 14 de abril de 2012

Psicoanálisis Relacional. Punto de partida.



Una de las obras fundamentales de la orientación “relacional” del psicoanálisis es el libro de S. Mitchell y J. Greengerg “Object relations in Psychoanalytic Theory” (Harvard University Press, 1983). Se trata de una obra mayor, con una gran cantidad de referencias bibliográficas y de autores, y un análisis muy detallado de la cuestión.
Partiendo de la constatación de la gran variabilidad de propuestas teóricas que se acomodan bajo el sello de “psicoanálisis”, muchas veces ignorándose entre si, o criticándose, o reclamando cada cual la dignidad de ser “el verdadero psicoanálisis”, el plan del libro es estudiar sistemáticamente y comparar las diferentes aproximaciones, y proponer una visión sistematizada de sus similitudes y de sus diferencias.
Más que poner a competir entre si las distintas perspectivas para dictaminar si alguna de las orientaciones fuera mas correcta o coherente que las otras, la pretensión explícita de los autores es establecer un mapa conceptual el psicoanálisis, enumerar las distintas soluciones teóricas propuestas y contribuir a “normalizar” la discusión en el campo psicoanalítico, para aproximarla al tipo de discusión que se produce en otro tipos de disciplinas.
La tesis de los autores es que, aunque todas las aproximaciones teóricas contengan una visión valiosa de tal o cual aspecto de la vida psíquica, y que en general, desde un punto de vista pragmático, tal heterogeneidad enriquece nuestra visión, hay una dificultad. Y es que todas las propuestas se decantarían en dos versiones distintas del aparato psíquico que, desde el punto de vista de su coherencia teórica, resultarían incompatibles entre si. Los autores las denominan “el modelo de estructura/pulsional” y “el modelo relacional”. La importancia del tema es que cada una de las visiones tiene determinados correlatos diagnósticos y técnicos que se siguen de sus posiciones, que conducen a formas de entender la práctica bastante diferentes.
El libro es extenso, complejo y minucioso. Comienza con una detallado análisis de la obra de Freud, en el que los autores encuentran el origen de la coexistencia de ambos modelos en momentos distintos de su teorización. Sigue un repaso distintas posiciones teóricas “alternativas” como  Winnicott y Guntrip, M. Klein, Fairnbairn. Luego consideran otros autores que trataron implícitamente de “acomodar” perspectivas: Hartmann, Jakobson y Kernberg, y M. Mahler, o que ensayaron modelos mixtos como Kohut o Sandler. El libro concluye con consideraciones e implicaciones. Constatan que ambos modelos conducen a modelos diagnósticos distintos, y a técnicas distintas.
Usando algunas referencias epistemológicas, se muestran escépticos de que haya una posibilidad de que una de las perspectivas pueda “derrotar” a la otra, pero expresan su esperanza en que un debate  normal y amplio pueda hacer del Psicoanálisis un campo menos dogmático, mas abarcativo, y mas permeable a las nuevas informaciones que aportan el tiempo y la investigación interdisciplinar.
Me contentaré hoy con tratar de resumir esquemáticamente los argumentos que llevan a los autores a concluir que ambas perspectivas, la relacional y la pulsional, conviven e interaccionan en la obra de Freud. Teniendo en cuenta la complejidad del tema, no necesitaré excusar lo esquemático del resumen, que probablemente dará también a impresión de imprecisión. Tan solo pretendo dar al lector una panorámica sobre por donde llevan los autores su análisis, para cuya valoración exhaustiva resultaría imprescindible consultar el texto original.
El punto de vista "relacional" se refiere un modelo de aparato psíquico en relación constante y abierta a la influencia e interacción con el del exterior. Y el modelo "pulsional" se refiere a un modelo de aparato con un funcionamiento predominantemente autónomo y autorregulado.
Los autores creen que, desde sus comienzos con Breuer hasta mas o menos “La interpretación de los sueños”, la teoría freudiana sería “relacional”.
Luego, con la introducción del concepto de pulsión (en los "Tres Ensayos para una teoría Sexual" y siguientes), Freud habría sentado las bases del desarrollo del modelo pulsional.
Pero casi inmediatamente, al desarrollar su proyecto de una “Metapsicología”, Freud habría tenido que empezar a hacer pequeñas pero sensibles adaptaciones al núcleo de su planeamiento teórico pulsional por dos razones. Una para refutar críticas de sus primeros disidentes: Jung, Adler, Ferenzi, Rank.  Y dos, para encontrar la manera de que su modelo teórico pudiera explicar su interacción con la “realidad exterior”. Es lo que los autores denominan la “estratega de acomodación”, que en Freud dominaría la mayor parte de su obra.

El modelo Freudiano Relacional.
Los autores sostienen que hubo un primer modelo freudiano, que denominan “modelo del deseo” (“wish model”) que sucintamente se explica así: el aparato psíquico se guía por un “principio de constancia”, trataría de mantener la energía de su aparato en un nivel constante, y en caso de ser irritado por estímulos, trata de “derivar” su energía. ¿Cuáles son estos estímulos? En este primer momento no hay una gran precisión al respecto: cualquier cosa que represente las “exigencias de la vida” podría tener esa cualidad.
Freud propone que el aparato guardaría memoria de las “experiencias de satisfacción”, y ante nuevos estímulos, re-catectizaría la representación mnémica de esas experiencias de satisfacción. En eso, la catectización de una pasada "experiencia de satisfacción",  consistiría el rudimento de un “deseo”, susceptible de ser consciente, que estimularía las conductas motoras necesarias para hacer reaparecer la percepción de la experiencia de satisfacción para alcanzar una "identidad de percepción".
La “identidad de percepción” se logra mediante la obtención de la percepción de una nueva experiencia de gratificación exterior que se parezca a la recordada. No existe una gran precisión sobre las características de esa percepción satisfactoria. En “Estudios sobre la Histeria” la especificidad de esa percepción viene “del exterior”, de la naturaleza específica de la experiencia de satisfacción almacenada en la memoria, y no del interior del aparato.
Freud es específico entonces al señalar que “solo en momentos muy tempranos de la vida, las exigencias de la vida derivan de las exigencias somáticas mayores”. Para esa teoría del deseo, éste es muy inespecífico: puede ser sexual, o destructivo, o de autoprotección, o de seguridad o de afecto.
Hay una primera teoría freudiana de la “defensa”: los deseos pueden devenir “excluidos”. Para Freud, un deseo podría ser percibido con displacer y excluido si se encontrara en oposición la “masa de ideas coherentes” contenidas en el aparato. ¿Como se forma esa “masa de ideas coherentes”? Freud no es muy explícito: se insinúa que un rudimento del ego de la persona ya contendría criterios de auto-aceptabilidad que serían herederos de lo que, en el entorno del desarrollo relacional de la persona, operaría como ideas “correctas”, socialmente aceptables.
 La hipótesis freudiana de la psicogénesis de síntomas era “traumática”: un acontecimiento / estímulo exterior que resultara displacentero y no resultara normalmente procesable por el aparato. El prototipo de acontecimiento traumático resultaba ser una tentativa exterior de seducción.
Esta brevísima exposición repasa los elementos de una primera teoría “relacional” del aparato psíquico, que insinúa una teoría de lo inconsciente, y un aparato psíquico cuyas estructuras están en inseparable interacción funcional con las percepciones exteriores desde su misma formación.

                El Modelo Freudiano Pulsional.
Veamos ahora el “modelo pulsional”. En el desarrollo intelectual del modelo freudiano, entre 1900 y 1905, Freud busca un fuente interna autónoma de activación del aparato, y se ve llamado a establecer la pulsión como base de su modelo. Su concepto de pulsión deriva de la necesidad de precisar sobre la naturaleza del “motor” de su aparato psíquico.
Freud observa que en la vida psíquica de las personas hay una serie de “impulsos” que movilizan a la persona. No se le oculta que la naturaleza de los "impulsos" es compleja: a veces el aparato se protege, a veces agrede, a veces busca reproducirse. Freud sugiere que estos impulsos serían parte de la dotación biológica de la persona. De esos impulsos piensa que no está claro cuantos son, y propone una primera aproximación clasificándolos en dos grupos, los “impulsos de autopreservación” de un lado y los “impulsos sexuales” del otro. Pero se siente inclinado a tratar de distinguir si algunos de estos impulsos son primitivos o son el resultado de la alianza o combinación de otros, mas elementales. Y así propone una “mitología” pulsional basada en la idea de que determinadas zonas del cuerpo – las zonas erógenas- plantearían demandas elementales al aparato psíquico: esta es la base de su teoría de unas pulsiones sexuales elementales.
Pero al elaborar su teoría de las pulsiones, Freud propone algunas novedades. En primer lugar, Freud ha concebido un modelo energético y propone la “libido”, la energía pulsional que animaría el funcionamiento del aparato desde las zonas erógenas, energía que tendría la característica de ser invariablemente “sexual”.
En segundo lugar ha decidido abandonar la “teoría de la seducción”; ahora cree que la vida sexual infantil surge de la presión de la excitación pulsional endógena, y el papel del exterior en ella sería ahora, en su visión, marginal.
En tercer lugar, hay una nueva visión sobre el origen del conflicto psíquico que concluiría con la exclusión de la conciencia de determinados contenidos. Freud estaría –según los autores- intentando construir una teoría bien apoyada en fundamentos biológicos y evolutivos; las pulsiones elementales cumplían ahora ese criterio, pero Freud buscaba una fuerza de oposición igualmente innata que pudiera oponerse a las pulsiones y generase el tipo de conflicto psíquico que pudiera explicar la represión.
La “masa de ideas dominantes”, en oposición a la exigencia pulsional de su formulación previa, es sustituida ahora por una teoría en la que “las influencias accidentales han sido reemplazadas por factores constitucionales, y la defensa, en el sentido psicológico del término, ha sido sustituida por una represión sexual orgánica”. Ahora, fuerzas internas hacen que el placer inicial de la descarga pulsional sea reemplazada por “repugnancia” o “vergüenza”. Es lo que los autores denominan el surgimiento de “una moralidad sin sociedad”. En este particular momento de la teorización freudiana, alrededor de los “Tres ensayos”, no esta muy claro el estatuto de estas fuerzas que se oponen a la satisfacción pulsional; los autores sugieren que Freud pensaba que esos factores constitucionales estarían relacionados con las funciones (pulsiones) de autopreservación.
Para Greenberg y Mitchell, este es el momento de cristalización del modelo pulsional. Subrayan que es previo a la formulación de un Super-Yo que medie las demandas sociales, y a una instancia como el Yo que decida entre las distinta presiones en conflicto.
En este modelo de mecanismo, la represión se articula con la idea de la represión primaria, en que serían los representantes de los objetos primordiales de la pulsión los que serían reprimidos, los mismos que mediante su relación asociativa con otros representantes pre-conscientes, estarían en el origen de la represión secundaria. Lo que, dicho sea de paso, justificaría una estrategia interpretativa orientada a hacerlos conscientes.

La “estrategia de acomodación”.
Pero los autores opinan que Freud no se mantuvo mucho tiempo en esta visión y  enseguida se vio llevado a introducir retoques en su modelo, en lo que denominan la “estrategia de acomodación” entre las dos visiones, que veremos ahora.
Es casi imposible hacer un resumen fiel de los argumentos que manejan aquí los autores, que son extraordinariamente minuciosos y técnicos, de manera que nos habremos de contentar con ofrecer algunos ejemplos que den una idea de la línea de su argumentación.
Los autores hacen un extenso y sutil seguimiento del funcionamiento de algunos conceptos fundamentales de la obra freudiana, que nominalmente permanecen inalterados en la teoría, pero cuyo funcionamiento en el aparato cambia en el tiempo. Ponen su atención en varias áreas teóricas: en el Principio de Realidad, en la naturaleza de la Pulsión y la forma de su descarga en relación con el Principio del Placer, en la introducción teórica del Narcisismo, en la teoría de los afectos y luego, en como contempla el modelo el desarrollo evolutivo de la persona.
Con respecto al Principio de Realidad, por ejemplo, los autores notan la dificultad de introducir algo como "la realidad" en su modelo cerrado, y que la realidad, por decirlo de alguna manera, siempre permanece "en la periferia" del aparato. Los autores siguen cuidadosamente las formas en que la realidad exterior influye o modifica en la arquitectura de éste y describen las dificultades y ambigüedades teóricas que afronta Freud al tratar de explicarlo.
Veamos algún ejemplo.
La idea de la libido sexual de las pulsiones sufre una transformación a partir de la conceptualización del Narcisismo. En el modelo cerrado, la libido pulsional catectiza algo (la “imagen de la persona”) y así se constituye el Narcisismo como una etapa intermedia entre el autoerotismo pulsional y la libido objetal. Pero los fines pulsionales, que originalmente son altamente específicos (orales, anales, etc.), sufren una transformación en ese paso y pierden su especificidad finalista. 
Es necesario para Freud encontrar una razón para que los fines de la autoconservación (relacionados con el Narcisismo) se opongan a los fines pulsionales  a efecto de hacer posible los mecanismos de defensa-represión. Los autores describen que existiría aquí en Freud una significativa ambigüedad, ya que a veces esos fines derivarían de factores constitucionales internos del aparato (modelo cerrado), o de los compromisos con las exigencia de la realidad exterior (modelo relacional). Los autores creen que es difícil explicar en un modelo cerrado como la libido del yo, que en su momento es propuesta como derivada del investimiento narcisístico del yo, cambian los fines de la pulsión tal y como éstos fueron originalmente formulados. La teoría de la sublimación, que tiene que aquí su lugar,  encuentra similares dificultades porque no es sencillo describir en el modelo cerrado, si no es en relación con la citada “masa de ideas” socialmente aceptables, como los fines pulsionales se convierten en fines socialmente valorados.
Los autores encuentran parecidas ambigüedades al desarrollar otros conceptos, como sucede con el Super-Yo. Aunque su funcionalidad en el aparato permanece mas o menos estable como entidad responsable de oponerse a la descarga pulsional, hay detalles que muestran la dificultad de filiarlo en uno de los dos modelos; por una parte, su filiación como heredero de las exigencias de la educación y de la relación con los personajes de la crianza, lo situaría en una perspectiva relacional, pero sin embargo, Freud mantiene propuestas para mantenerlo en una perspectiva cerrada, proponiendo (después, en un momento en que su modelo pulsional ha cambiado y la oposición fundamental es ahora entre Eros y Thanatos), que su energía para oponerse a las demandas eróticas devendría de alguna forma de re-introyección derivada de la propia pulsión de muerte (modelo cerrado)
Respecto del papel de la angustia en los procesos de represión, los autores subrayan la misma oscilación: en momentos, la ansiedad es explicada con procesos relacionados con el manejo por el Yo de situaciones de crecimiento de la tensión pulsional no susceptibles de derivación, o a veces por el peligro representado en la "amenaza de castración", contemplado como un factor atribuido a circunstancias del “exterior”.
Una última línea de análisis de las autores, procede el estudio de las ideas freudianas sobre el desarrollo del aparato psíquico a lo largo de la vida de la persona. Notan que Freud – a diferencia de Winnicott, pediatra- durante la mayor parte de su desarrollo teórico, realizó “deducciones psicológicas” a partir de observaciones en adultos para elaborar su teoría del desarrollo de la persona.
Sus ideas para una teoría del desarrollo son relativamente tardías. Hacia 1911, aparece en escena el "Principio de Realidad", propuesto como el resultado de experiencias repetidas de frustración pulsional, pero no se presta apenas atención a las circunstancias exteriores en las que esa frustración se produce. Los autores subrayan que no hay marco alguno que ubique posibles consecuencias de las diferencias de trato en la crianza por parte de los cuidadores reales de la persona (modelo pulsional cerrado), que son tan importantes en la observación clínica (y mencionan a Bowlby).
Sin embargo, al trabajar el concepto de Identificación, tal y como aparece en “Duelo y Melancolía”, se observa claramente como la libido objetal que investía el objeto perdido retorna al Yo acompañado de las características de la identificación del objeto ahora alojado en el Yo (modelo abierto relacional). Esta indeterminación se encuentra también en la propuesta del Complejo de Edipo, en sus avatares y disolución. Los autores señalan que, para Freud, el curso del Edipo puede verse afectado por la influencia de las pequeñas indicaciones reales sobre las inclinaciones sexuales de las personas de los padres, que pueden mostrar como el padre prefiere a la hija y la madre al hijo, y eso condicionaría las identificaciones del sujeto (modelo relacional). Pero la exposición plena del Complejo contiene también claras alusiones a un papel de “factores predeterminados” independientes de los avatares exteriores (modelo pulsional).
Hay una visión post-edípica de un aparato psíquico con patrones estables de funcionamiento relativamente independientes de las circunstancias exteriores, que se pone de hecho en evidencia al considerar los fenómenos posteriores de transferencia. Pero la visión cambia mucho al considerar la observación de las relaciones tempranas pre-edípicas. Los autores enfatizan el hecho de que, a pesar de ser Freud plenamente consciente de cómo las amenazas narcisísticas reales (relacionales) preparan el acceso al complejo de castración (la separación del cuerpo de la madre en el nacimiento, la pérdida del pecho de la madre, la pérdida de las heces), ello nunca condujo a Freud a una articulación de las relaciones con los objetos pre-edípicos, que si fue elaborada por sus seguidores. Freud más bien siguió en su idea de que el peligro principal para el aparato radica en su dificultad para manejar los excesos de presión en las demandas pulsionales hacia los objetos (modelo cerrado)
Los autores señalan otra significativa oscilación: el análisis freudiano sobre cambio de objeto sexual femenino en el Edipo. Para Freud, en un momento sería atribuible a un cambio fisiológico en la zona erógena directiva del clítoris a la vagina (modelo cerrado), pero también a la secuencia de sutiles intercambios pre-edípicos con la madre, que en la higiene efectivamente excitaría las zonas erógenas y operaría como agente de la “seducción” (constituyéndose en su objeto) para  finalmente llevarla a la “decepción” por no haberle provisto de pene (decepción es un concepto más bien relacional). Los autores concluyen que Freud nunca fue capaz de integrar en su modelo la importancia clínica de los avatares reales de las relaciones tempranas.

                Un posible marco común para el campo psicoanalítico.
Entre tanta sutileza teórica para señalar las diferencias entre ambas perspectivas, es interesante referirse al ámbito que, según los autores, reúne a todas las perspectivas y permite que en conjunto todo el campo se siga llamado psicoanálisis y que ellos ven así:
“Todos los teóricos contemplan una visión dinámica de la vida (psíquica) humana, considerándola determinada por una compleja interacción de una variedad de fuerzas motivacionales, que operan sinérgica o conflictivamente; todos creen en algún concepto de inconsciente (aunque Sullivan alberga alguna duda sobre la denominación), todos apoyan la idea de que muchos o la mayoría de las motivaciones que nos mueven operan desde fuera de la conciencia normal; todos creen que la manera más efectiva de estudiar al hombre, es a través de la intensa y cooperativa investigación que define al situación analítica”.

martes, 3 de abril de 2012

Rehabilitación Psicosocial. Reunión en Atenas.


Reunión de la WAPR en Atenas para hablar de Rehabilitación Psicosocial de personas con enfermedad mental.  Para actualizar y repasar la vigencia de lo que venimos defendiendo desde hace años: no a los manicomios, no a la excusión de las personas con enfermedad mental, si al modelo de atención comunitario, a la atención para ayudar a las personas a vivir en su entorno habitual, con las ayudas necesarias; no a los prejuicios y a estigmatización, si a la educación social, a la solidaridad; no a los tratamientos paternalistas inductores de la pasividad, si a la responsabilidad de las personas, de las redes sociales, al apoyo mutuo y la solidaridad, si al modelo de recuperación (maravilloso discurso del expaciente recuperado  Ron Coleman).


Técnicamente, como es tiempo de crisis, se trata, claro, de ser mas eficientes: habrá que tratar de hacer más con menos. Mejorar la administración, invertir en las intervenciones y acciones de mejor comprobada eficiencia. Hay ideas mas o menos nuevas : trabajar en redes sociales de ayuda mutua de usuarios, potenciar la intervención en grupos multifamiliares.

En circunstancias normales, se trataría de una actualización de conceptos técnicos para adecuar las prácticas a la circunstancias. Pero en esta ocasión, los conceptos técnicos quedan es segundo plano. La mayoría de los portavoces de la conferencia estan alarmados: la reducción drástica de recursos para la inserción social es solo un índice de una gran catástrofe que se ve venir. En el trasfondo, la tremenda crisis económica que afecta Grecia (y a otros países europeos),  los recortes sociales impuestos por la directiva Europea.  Participa en la conferencia un Comisario Europeo cuya intervención tecnocrática produce tristeza: todos los portavoces (menos el Comisario) incluyen en sus análisis referencias a la sensación de extravío en la que ha entrado la política.


La Declaración de Atenas, elaborada en la conferencia, manifiesta la preocupación de los múltiples portavoces sociales participantes ante la evidencia de que la crisis no es solo económica: en realidad es una crisis de conceptos políticos y de valores éticos y culturales: se ha permitido el desarrollo y posterior implosión de una economía financiera que se ha alejado de nosotros, la gente, que ya no sirve a la gente, y que tiene como rehenes a los Estados.

Se denuncia con preocupación el dominio de las políticas neoliberales, la prevalencia de la lógica financiera bancaria que se ve en clara oposición a las políticas públicas de solidaridad social, del proyecto de sostenimiento del Estado de Bienestar y del mantenimiento de la prioridad redistributiva que facilite a los excluidos oportunidades de educación, acceso al apoyo social, a la medicina, a la cultura, la amenaza de marginación de grandes bolsas de población, el incremento de problemas de salud mental, de la economía de la marginalidad, de la violencia.

No faltan las autocríticas. Recordar que cualquier derecho social viene de la responsabilidad y de la solidaridad. Las políticas sociales no pueden mera enunciación de una colección de derechos: cada derecho otorgado es una responsabilidad para quien lo otorga (hay que ver como pagarlo) y para quien lo recibe (hay que usarlo bien). Lucha contra la corrupción, política impositiva sana, control exhaustivo de las agencias gubernamentales por al sociedad civil.

Existe la creciente sensación de que nos estamos jugando nuestro modelo de supervivencia como civilización. La Declaración de Río de Janeiro sobre Determinantes Sociales de la Salud es una alegato por una política global saludable, una llamada de atención sobre el hecho de que la política es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos profesionales.

Necesitamos encontrar la manera.